El constante deterioro de la calidad laboral que se esconde atrás de la baja del desempleo

La tasa de desocupación cayó 1 punto en un año, pero con menos trabajadores en blanco y un fuerte incremento de los informales.


El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) informó en los últimos días un descenso de la tasa de desocupación a 7,2% en el tercer trimestre de 2022. En el mismo período del año pasado habíaalcanzado a 8,2%, en momentos en que aún golpeaban los efectos de la pandemia.

Esto implica que aproximadamente unas 300 mil personas consiguieron insertarse en el mercado laboral, pero cuando se analizan las cifras la conclusión paralela es el constante deterioro de la calidad de los empleos que se están generando en la Argentina. Según se desprende de la planilla oficial del INDEC entre los períodos en estudio los puestos registrados se redujeron en aproximadamente 430.000, mientras que hay unos 746.000 más de informales.

Si bien las cifra finales del censo aún no se conocen, sobre una base de algo más de 47.300.000 habitantes la Población Económicamente Activa (PEA) –o sea en condiciones de trabajar- es de alrededor de 22.000.000.

Con esa base, en el tercer trimestre de 2021 había 20.200.000 personas con capacidad para trabajar y una tasa de desempleo de 8,2%, equivalente a 1.800.000 individuos. Así, quedaban unos 20.200.000. Sobre este total, el 72% era “asalariado”, o sea cerca de 14.540.000.

De este universo de empleados el 66,9% estaba en “blanco”, que quiere decir alrededor de 9.730.000, mientras que 4.814.000 no estaban inscriptos formalmente. Cuando vamos a las cifras de 2022, como dijimos la reducción al 7,2% supone que 300.000 personas encontraron empleo. Pero al ir a los desagregados se observa la menor calidad. La cantidad de desempleados se redujo a 1.500.000 y entonces el universo laboral se amplió a 20.500.000.

El porcentaje de asalariados se mantuvo relativamente constante en 72,5% y ascendió a 14.860.000. Pero en contrapartida hubo un fuerte descenso de los trabajos formales cuyo porcentaje cayó a 62,6% (contra 66.9%). Traducido en números los empleos con recibo de sueldo se redujeron a 9.300.000. En la otra cara de la moneda aparece un salto de 4,1 puntos porcentuales en la tasa de empleo no registrado a 37,4%, equivalente a 5.560.000. La comparación con el tercer trimestre de 2021 muestra 746.000 empleos más fuera del sistema oficial.

La tendencia declinante en los empleos formales no hace más que justificar las posturas de quienes sostienen que es necesario encarar con responsabilidad y seriedad una reforma laboral o, como mínimo, adecuar los convenios para evitar en aquellas ramas que aún no lo han hecho.

Incluso este deterioro se produjo en un contexto de evolución de la economía, lo cual deja aún más en evidencia la reticencia de los empleadores a tomar un trabajador de manera formal. A lo largo de 2022 la economía habrá crecido por encima de 5% pero el mercado laboral no respondió de la mejor forma a esa expansión. Para 2023 las condiciones de actividad no parecen ser las mejores. El Gobierno aspira a un crecimiento de 3/3,5%, pero para los analistas privados es una cifra muy ambiciosa. El número final dependerá en gran parte de los efectos de la sequía que recién estaría superándose durante febrero y de una sostenida baja de la inflación. Por ende, la economía no dará incentivos para revertir una situación que necesitará de medidas específicas que fomenten la creación de nuevos puestos laborales.

Por otra parte, cabe mencionar que el salario promedio registrado en la Argentina es del orden de los $ 174.000 contra una canasta básica para superar la pobreza para una familia tipo de $ 145.000. En el caso de los trabajadores fuera de convenio la remuneración promedio puede ser hasta un 30% inferior y deteriorándose mes a mes dado que no están alcanzados por los acuerdos paritarios. La conjunción de informalidad y bajos salarios terminan conformando el escenario de trabajadores pobres.

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