Lo que muchos consideran una solución sencilla para conciliar el sueño podría tener repercusiones insospechadas en la salud física y mental
Dormir con la luz encendida es una práctica más común de lo que se piensa, especialmente entre personas que experimentan ansiedad nocturna. Sin embargo, lejos de ser una simple preferencia, esta costumbre revela una compleja interacción entre mecanismos biológicos, condiciones psicológicas y factores ambientales que pueden afectar la calidad del sueño y la salud en general.
De acuerdo con el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre de Estados Unidos, el cuerpo humano cuenta con una red de relojes internos conocidos como relojes circadianos. Estos regulan funciones fisiológicas en sincronía con los ciclos naturales de luz y oscuridad. Cuando una persona sigue un ritmo de día y noche regular, las señales luminosas que ingresan por los ojos alertan al cerebro de que es de día. Dichas señales son procesadas por una estructura llamada núcleo supraquiasmático, localizada en el hipotálamo, que a su vez coordina las respuestas del cuerpo a través del sistema nervioso simpático y parasimpático.
La alteración de este sistema, por ejemplo, al exponerse a luz artificial brillante durante la noche, puede interferir en la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño. Elementos como las pantallas de televisión, los teléfonos móviles o incluso un reloj despertador muy luminoso pueden generar ese efecto, dificultando el descanso profundo y reparador.
Pero no todos los casos de dormir con luz se deben a hábitos tecnológicos. Existe también una raíz psicológica significativa, la nictofobia. Según explica el sitio web de AGS Psicólogos de Madrid, es un miedo irracional e intenso a la oscuridad, clasificado como un trastorno de ansiedad dentro de las fobias específicas.
Aunque el miedo a la oscuridad es una etapa evolutiva común en la infancia, especialmente entre los dos y siete años, se considera un problema cuando persiste en la edad adulta o interfiere gravemente en la vida diaria. Las personas que la padecen pueden experimentar altos niveles de ansiedad al enfrentarse a situaciones como dormir en habitaciones oscuras o salir por la noche.

¿Cuáles son las causas de la nictofobia?
El miedo a la oscuridad, va más allá de una simple incomodidad nocturna. Este fenómeno psicológico, que puede parecer infantil, tiene raíces complejas que en muchos casos se extienden hasta la edad adulta, afectando la vida cotidiana de quienes lo padecen.
Según el sitio web especializado Psicología y Mente, las causas de este trastorno pueden ser múltiples. Entre las más comunes se encuentran las experiencias traumáticas relacionadas con la noche o entornos sin luz, así como un miedo infantil exagerado que no desaparece con el paso del tiempo.
Sin embargo, aclaran que “no es necesario que esta clase de eventos hayan ocurrido. A veces, las fobias aparecen sin causa aparente (algo que se debe, en realidad, a una combinación de muchas causas de carácter más discreto que una experiencia traumática)”. Es decir, incluso en ausencia de un detonante claro, la ansiedad ante la oscuridad puede instalarse de forma silenciosa pero persistente.
Quienes viven con esta fobia pueden verse desbordados por situaciones que para otros pasan desapercibidas, pasar la noche en soledad, transitar por zonas mal iluminadas, o asistir a lugares como el cine o el teatro, donde las luces se apagan por completo, son escenarios que pueden detonar el malestar.
Ante este contexto, no sorprende que muchas personas opten por dormir con una lámpara encendida o incluso con la televisión funcionando. No obstante, esta solución aparentemente inofensiva también acarrea consecuencias.

¿Es malo dormir con la luz encendida?
De acuerdo con una investigación publicada por el National Institutes of Health (NIH, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, un descanso de calidad es esencial tanto para el bienestar físico como emocional. El estudio destaca que “la falta de sueño de calidad aumenta el riesgo de ciertas afecciones de salud, incluida la obesidad”.
Los investigadores analizaron los hábitos de más de 43,000 mujeres entre 35 y 74 años. Les preguntaron si descansaban completamente a oscuras, con una tenue luz de noche, con iluminación exterior o con luz o televisión encendida en la habitación. También recolectaron datos sobre peso, estatura, índice de masa corporal y medidas corporales. Cinco años y medio después, compararon la evolución física de las participantes.
El resultado fue contundente, aquellas personas que dormían con una luz o la televisión encendidas tenían un 17% más de probabilidades de haber ganado al menos 11 libras durante ese periodo. Curiosamente, la luz proveniente del exterior de la habitación tuvo un impacto menor y las mujeres que descansaban con una luz nocturna tenue o en completa oscuridad no presentaron diferencias significativas en cuanto al aumento de peso.
Yong Moon (Mark) Park, investigador del NIH, reveló que aunque hay más factores en juego, los expertos consideraron todas las variables posibles. “Las dietas poco saludables y altas en calorías y los comportamientos sedentarios han sido los factores más comúnmente citados para explicar el aumento continuo de la obesidad”, dijo el especialista.
Aunque dejar la luz prendida al dormir puede parecer un gesto tranquilizador, tanto la ciencia como la psicología advierten que esta práctica, lejos de ser inofensiva, podría convertirse en una barrera para el bienestar general. Ya sea por miedo o por costumbre, la oscuridad, lejos de ser el enemigo podría ser aliada de una mejor salud.

¿Se puede superar el miedo a la oscuridad?
Sí, es posible superar la nictofobia, o miedo irracional a la oscuridad, mediante tratamientos psicológicos efectivos, siendo la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia de exposición las más utilizadas. Según el Instituto Psicológico Claritas, de España, la TCC permite identificar y modificar pensamientos negativos sobre la oscuridad, proporcionando herramientas para manejar la ansiedad asociada a este miedo.
La terapia de exposición es otro enfoque eficaz, que consiste en exponer de manera gradual y controlada al paciente a la oscuridad. Este proceso ayuda a desensibilizar al individuo y reducir el miedo, al hacerlo en un ambiente seguro y sin consecuencias negativas. Técnicas complementarias como la visualización, relajación, respiración profunda y, en casos más complejos, la terapia EMDR, también pueden ser útiles.
En casos más complejos, el tratamiento puede incluir medicación ansiolítica o antidepresiva, aunque siempre bajo la supervisión de un profesional. La psicoterapia, sin embargo, sigue siendo la opción principal. Para los niños, la orientación a los padres y el uso de actividades relajantes pueden ser esenciales para ayudarles a superar este miedo de manera efectiva. Con un enfoque adecuado y progresivo, superar la nictofobia es totalmente posible.