Conocer las características de cada una es esencial para detectar las primeras señales y recibir el tratamiento adecuado
Hipotiroidismo e hipertiroidismo son dos trastornos que afectan a la glándula tiroides, una pequeña estructura en forma de mariposa ubicada en el cuello, responsable de regular el metabolismo y la energía del cuerpo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que alrededor de 750 millones de personas en el mundo padecen alguna enfermedad tiroidea, y aproximadamente el 60% desconoce su diagnóstico. Esta falta de conocimiento se debe a que los síntomas pueden ser leves o confundirse con otros problemas de salud, lo que las convierte en “enfermedades silenciosas”.
El hipotiroidismo se caracteriza por una producción insuficiente de hormonas tiroideas, lo que provoca una desaceleración del metabolismo. La causa más común es la Tiroiditis de Hashimoto, una afección autoinmune. Otros factores incluyen cirugía de tiroides, radioterapia y ciertos medicamentos. Los síntomas más comunes son cansancio constante, aumento de peso, intolerancia al frío, piel seca y depresión. El tratamiento principal es la terapia de reemplazo hormonal con levotiroxina, que imita la función de la hormona tiroidea natural.
Por otro lado, el hipertiroidismo implica un exceso de producción de hormonas tiroideas, acelerando el metabolismo. Esta condición puede ser causada por infecciones en la glándula, tumores benignos o factores hereditarios como la Enfermedad de Graves, responsable de más del 80% de los casos. Los síntomas incluyen nerviosismo, palpitaciones, pérdida de peso y sensibilidad al calor. El tratamiento puede incluir medicamentos antitiroideos, radio yodo o cirugía de tiroides.
Ambas condiciones, aunque opuestas en sus efectos sobre el metabolismo, comparten el riesgo de causar problemas graves de salud si no se diagnostican y tratan a tiempo. Según la Asociación Americana de Tiroides, los trastornos tiroideos afectan todos los aspectos del metabolismo y pueden incidir en funciones corporales esenciales. La detección temprana y el tratamiento adecuado son cruciales para mejorar la calidad de vida de los pacientes y reducir los riesgos asociados.