Según un estudio se avanzó en la comprensión del vínculo entre las bacterias intestinales, la comida y el estado de ánimo de las personas, lo que permitiría mejores tratamientos para los distintos tipos de depresión.
Desde hace tiempo, estudios científicos revelaron una relación entre la dieta y la salud mental. El microbioma intestinal, el genoma colectivo de billones de bacterias que viven en el tracto intestinal y que se crean en gran parte por lo que se come y bebe, que parece influir en el estado de ánimo y la salud mental.
Pero faltan estudios en humanos lo suficientemente amplios como para determinar qué bacterias son importantes, si es que lo son. Esto está cambiando poco a poco. El mayor análisis realizado hasta la fecha sobre la depresión y el microbioma intestinal, publicado en diciembre último, descubrió que varios tipos de bacterias aumentan o disminuyen notablemente en las personas con síntomas de depresión.
“Este estudio aporta pruebas reales de que somos lo que comemos”, afirmó Andre Uitterlinden, autor del trabajo e investigador en genética del Centro Médico Erasmus de Rotterdam en los Países Bajos. O para ser exactos, cómo nos sentimos está estrechamente relacionado con lo que consumimos.
El eje intestino-cerebro
El sistema gastrointestinal ha sido protagonista de la investigación cerebral durante siglos. A principios del siglo XIX, John Abernethy, un popular médico londinense, sostenía que el “trastorno gástrico” era la raíz de todos los trastornos mentales.
Y a menudo se registran síntomas gastrointestinales en personas con enfermedades psiquiátricas. Los cambios de peso y apetito son frecuentes entre las personas con depresión, desde la adolescencia hasta la vejez. La ansiedad se ha relacionado con un mayor riesgo de náuseas, acidez, diarrea y estreñimiento. El vínculo entre alimentación y estado de ánimo existe incluso cuando alguien recurre las pastas para reconfortarse en un momento de estrés.
El interés por el eje intestino-cerebro ha resurgido en los últimos 20 años. Numerosos estudios apuntan a una conexión entre la microbiota que habita en el tracto intestinal y la mente, incluida la memoria, el estado de ánimo y las capacidades cognitivas.
Estas investigaciones han generado una industria de probióticos, prebióticos y productos fermentados. Nombres científicos como bacteroidetes y lactobacillus, dos de las bacterias más comunes en seres humanos sanos, se han convertido en términos familiares.
Los mejores alimentos para alimentar el microbioma intestinal
La moda de la salud se ha adelantado un poco a la evidencia. La mayoría de los estudios que relacionan la depresión y el intestino, por ejemplo, se han realizado en animales y los estudios con participantes humanos han sido pequeños. Aun así, las pruebas hasta ahora demuestran una relación entre ambos.
En un estudio digno de mención, titulado “Transferring the Blues” (Transfiriendo la tristeza), ratas libres de bacterias a las que se les dieron muestras fecales de humanos diagnosticados con depresión mayor se volvieron ansiosas y desinteresadas en actividades placenteras. Su metabolismo del triptófano, una sustancia química relacionada con la depresión, cambió. Pero la mecánica que subyace a la vía microbio-estado de ánimo —y qué bacterias son importantes— ha sido más difícil de descubrir.
Bacterias que predicen los síntomas depresivos
Este nuevo estudio mueve esa aguja, en gran parte debido a su tamaño. Los científicos, dirigidos por Najaf Amin, que investigan la salud de la población en la Universidad de Oxford, analizaron los datos del Estudio de Rotterdam, un esfuerzo de décadas para comprender la salud de la población local.
Amin y sus colegas se centraron específicamente en una fase de este estudio que incluía la recogida de muestras fecales de más de 1.000 individuos. Estos participantes también proporcionaron un autoinforme sobre la depresión mediante una evaluación de 20 preguntas.
Los investigadores analizaron los datos en busca de asociaciones entre las poblaciones bacterianas de las muestras fecales y las puntuaciones de la evaluación de la depresión. A continuación, realizaron las mismas pruebas con los datos de otros 1.539 ciudadanos holandeses de distintas etnias (validar los resultados de un grupo grande en un segundo grupo grande los hace especialmente fiables).
El análisis reveló 16 tipos de bacterias que los autores calificaron de “predictores importantes” de los síntomas depresivos en distintos grados. Por ejemplo, el estudio, publicado en Nature Communications, halló una disminución de Eubacterium ventriosum entre las personas deprimidas.
Curiosamente, esta misma disminución se ha observado en estudios del microbioma de lesiones cerebrales traumáticas y obesidad, ambas relacionadas con la depresión, lo que apoya la idea de que esta especie de bacteria tiene algo que ver con este trastorno del estado de ánimo.
Los autores del estudio también intentaron responder a la gran pregunta: ¿Hay alguna flora intestinal que cause depresión? Es una cuestión delicada. El trastorno depresivo mayor se ha relacionado con más de 80 mutaciones genéticas diferentes, y todas estas conexiones son débiles.
“No hay ningún gen que cause depresión”, destacó en diálogo con The Washington Post Jane Foster, catedrática de Psiquiatría de la UT Southwestern, que estudia la conexión intestino-cerebro y no participó en este estudio. Y añadió: “No existe tecnología para establecer claramente la causalidad”.
Así que los investigadores recurrieron a un astuto cálculo estadístico conocido como aleatorización mendeliana, que puede desentrañar la dirección de una influencia cuando la conexión gen-enfermedad es fuerte. No es el caso de la depresión, por lo que el cálculo resulta interesante pero no necesariamente útil.
Curiosamente, esta misma disminución se ha observado en estudios del microbioma de lesiones cerebrales traumáticas y obesidad, ambas relacionadas con la depresión, lo que apoya la idea de que esta especie de bacteria tiene algo que ver con este trastorno del estado de ánimo.
Los autores del estudio también intentaron responder a la gran pregunta: ¿Hay alguna flora intestinal que cause depresión? Es una cuestión delicada. El trastorno depresivo mayor se ha relacionado con más de 80 mutaciones genéticas diferentes, y todas estas conexiones son débiles.
“No hay ningún gen que cause depresión”, destacó en diálogo con The Washington Post Jane Foster, catedrática de Psiquiatría de la UT Southwestern, que estudia la conexión intestino-cerebro y no participó en este estudio. Y añadió: “No existe tecnología para establecer claramente la causalidad”.
Así que los investigadores recurrieron a un astuto cálculo estadístico conocido como aleatorización mendeliana, que puede desentrañar la dirección de una influencia cuando la conexión gen-enfermedad es fuerte. No es el caso de la depresión, por lo que el cálculo resulta interesante pero no necesariamente útil.
Aun así, el cálculo apuntaba a la abundancia de una bacteria, la Eggerthella, en personas con depresión como posible causa de los síntomas depresivos. El hallazgo no sorprendió a Amin, que dijo: “Eggerthella se encuentra sistemáticamente aumentada en abundancia en los intestinos de individuos deprimidos”.
El resultado aporta pruebas de que los cambios en la flora intestinal pueden desencadenar síntomas depresivos. “No podemos excluir nuestro propio ADN como fuente contribuyente”, aseveró Foster. “Es una combinación del ADN con el que has nacido, tus experiencias vitales hasta la fecha y tu entorno”.
Que la flora cause la depresión o viceversa puede no venir al caso. “La causalidad no es unidireccional”, afirmó Jack Gilbert, director del Centro de Microbioma y Metagenómica de la Universidad de California en San Diego, que no participó en el nuevo estudio.
Más bien, el intestino y el cerebro interactúan. Por ejemplo, parece que comer de forma reconfortante después de un acontecimiento estresante puede cambiar la comunidad microbiana de nuestros intestinos, lo que a su vez exacerba los sentimientos de depresión. Lo que está claro, según Gilbert, es que cuando estamos deprimidos, el microbioma intestinal a menudo carece de florabeneficiosa. “Si podemos volver a añadir esos elementos —indicó—, quizá podamos reactivar ese ciclo”.
Cambiar la dieta para mejorar el estado de ánimo
Aquí es donde la dieta entra en escena. Un individuo que no consume suficiente fibra, por ejemplo, puede experimentar una disminución de las bacterias productoras de butirato, según Amin, lo que lleva al estrés y la inflamación y, potencialmente, los síntomas de la depresión.
“Puede parecer decepcionante que el mensaje de todo este trabajo sea comer mucha fruta y verdura y no tanto exceso de azúcar. Pero la cantidad de estudios que confirman el poder de un intestino sano es innegable incluso para los escépticos más duros de mollera”, manifestó Gilbert. Y añadió: “Cuando las pruebas apuntan a que comer sano, hacer un poco de ejercicio y hacer pausas de atención plena pueden ser beneficiosos, probablemente deberíamos hacer caso a esos datos”.
Poco a poco, las investigaciones van desvelando cómo se comunican las bacterias con el cerebro. Por ejemplo, muchas de ellas producen ácidos grasos de cadena corta, como butirato y acetato, que influyen en la actividad cerebral. Otras generan una sustancia química llamada GABA, cuyo déficit está relacionado con la depresión.
Este avance significa que la dieta puede no ser la única forma de mejorar nuestras colonias intestinales. El uso de probióticos para prevenir y tratar la depresión podría convertirse en una ciencia más exacta, lo que a la larga daría lugar a alternativas eficaces a los antidepresivos, que, según señala Gilbert, siguen estando estigmatizados en muchas comunidades.
Y para Foster, el análisis de las bacterias podría ayudar a identificar a las personas con riesgo de depresión. Su laboratorio busca señales en la flora intestinal que indiquen qué fármaco es más beneficioso para quien sufre depresión. Toda esta investigación ha convencido a Uitterlinden de que adoptar una dieta que mejore el intestino tiene un único e importante efecto secundario. “Te volverás más feliz”, afirmó.
Con información de Infobae